Hoy más que hablar de mi pasado, presente o futuro, dedicaré este espacio para referir, en un día tan especial, a una líder de tomo y lomo. Sí, porque la conozco ya hace casi diez años trabajando en educación en los sectores con menos privilegios de la sociedad y donde hay que saber llevar el título de educador para convertir los atributos personales en actos que permitan modificar la vida de miles de niñas y niños.

Ella es una profesora de Educación general básica con amor por las ciencias naturales y el trabajo en terreno, con inicios en la escuela La Herradura de Coquimbo, Escuela Aníbal Pinto y en el DAEM de la misma ciudad puerto.

Luego de una intachable y reconocida gestión recibió de parte la autoridad comunal la misión de hacerse del cargo de Dirección en la Escuela Juan Pablo II; escuela recién inaugurada por el entonces presidente de la República Don Ricardo Lagos Escobar. Con muy pocas comodidades, “Nos sentamos con la inspectora general afuera de la escuela en el camino polvoriento para invitar a las familias del sector a matricular a sus hijas e hijos”, menciona Margarita. Con un conocimiento vago de la realidad del contexto asumió como siempre el desafío de cambiar la vida de las y los estudiantes. 

Al comienzo recibió el menosprecio de los vecinos, por la desconfianza del proyecto que estaba iniciando, pero nuevamente con la característica que siempre la ha destacado, decidió ganarse el cariño de la comunidad. Entonces abrió la escuela, se reunió con los dirigentes vecinales, gestionó proyectos, envió a sus profesoras y profesores a visitar a los estudiantes a sus casas y a conocer el vecindario, habló hasta con los más porfiados para que la conocieran, facilitó dependencias para generar redes de apoyo y hasta les asignó tareas para que hicieran propia a la escuela. Este trabajo no se hizo en cuatro días, sino en casi dieciséis años de historia de esta joven pero potente institución educativa.  

Hoy cuando estamos ad portas de un concurso para seleccionar un nuevo Director, nos es imposible pensar en alguien sin las características de Margarita General, quién además de ser una líder pedagógica, también lo es como líder social, representando los valores de un grupo selecto de servidores comunitarios, porque a pesar de trabajar literalmente de sol a sol, siempre tiene tiempo para servir a otros como lo hace el día de hoy como presidenta del Club Rotario de Coquimbo

Margarita General, como ya lo hemos mencionado, representa la voz de los que no son siempre escuchados por la autoridad, pero que guardan la esperanza de una vida mejor. Es un referente para la nueva generación de docentes, ya que donde va, aunque sea por cuatro días, siempre deja su huella y el sello que la ha caracterizado por los más de treinta años de servicio profesional. 

Ojalá tengamos más profesionales de su talla, porque sin lugar a dudas la educación pública estaría en el sitial que nunca debió perder.

Cuando recordamos el sacrificio de esas treinta mujeres que lucharon incansablemente por sus derechos laborales, es imposible no pensar en los referentes más cercanos que nos ayudan a comprender que la visión sesgada debe cambiar por el bien de los miles de niñas y niños que anhelan un mundo mejor y más justo.