Cuando la  historia juzga y pasa el tiempo, las condolencias se hacen pequeñas al ver que el cambio anunciado nunca llega. Irresoluto estupor contrariado por la verdad, llena el alma dolida del concepto no alcanzado.

Sacúdete Mr. F. Marx, porque no fuiste capaz de traspasar el velo de la verdad. Nunca supiste por el tiempo. No pudiste con el sagrado tiempo, que te encontró y no permitió salirte con la tuya.

Dolor al coxis esperando que tus ideas fueran acuñadas por la contrariada razón. Pudiste, pero decidiste no cambiar la forma. ¡Era evidente tu astucia, oh controlador del pensamiento! Aléjate, fuiste descubierto por la deidad. 

Resuena en tu sostén el beligerante deseo del constructor de la conciencia. Pasa la culpa al ladrón de tu hermano, porque en ti la justicia no alcanzó el seno. Prodigio encadenado a la luz infinita que sale a la búsqueda de la razón.

¿Pudiste? ¡Claro que no! Si las aves ya no cantan ni vuelan. Caminan a tu encuentro, oh desperdicio del conocimiento. Jugaste con fuego y te quemaste. Ahora todos lo saben, ¿apuesto que tú no lo sabías? 

Cómo lo ibas a saber si tu conciencia nunca salió del techo. Desplomaste la gran oportunidad que te dio la vida. No quisiste salir de lo absurdo y de lo políticamente correcto. Pero debo nuevamente encararte, porque el daño causado traspasó generaciones. La facilidad y la tradición te sujetaron a la barandilla de la conformidad. 

¡Ladrón de la conciencia! Quémate en la hoguera infinita de la soledad causada por la desidia colectiva. Ya nadie te recordará con amor, sino con locura y espanto. Causaste tanta muerte, opresor y manipulador. 

Te perdono a pesar del daño; espero la vida también lo haga como yo. No puedo hacerme cargo de tanta responsabilidad, cuando en mis manos no está la exculpación. Puedo controlar las palabras pero no el pensamiento. Asume tu culpa y vuelve desde de tumba a cambiar las cosas. Construyamos en conjunto el cambio a la verdad celeste y eterna.