«Mi objetivo es mostrar el océano como algo vivo y que respira. Documentarlo en toda su intimidante fuerza y concienciar sobre su delicada fragilidad», nos confiesa Ray Collins, fotógrafo oceánico con base en Australia.

En el 2007, un trágico accidente en una mina de carbón subterránea le dejó con una lesión en la rodilla y durante varios meses no pudo caminar, fue entonces cuando descubrió la fotografía. Leer y releer el manual de la cámara de principio a fin le ayudó a entender los procesos de la fotografía y cómo interpretar y manipular la luz. A medida que avanzaba la rehabilitación, invirtió en una carcasa acuática para combinar su nueva pasión, la fotografía, con su verdadero amor, el océano.

Explorando las complejidades del agua y la luz y capturando el último estallido de energía, cuando una ola completa su viaje hacia la orilla, fue allí donde Ray se encontró a sí mismo.