No se trata solamente de una de las producciones más exitosas del streaming. La serie de Disney + protagonizada por el actor chileno Pedro Pascal, es una disruptiva manera de conectar fondo y figura como nunca antes lo había hecho de manera industrial el viejo y querido Hollywood. La ética de la estética se hacen cóncava y convexa en esta exitosa experimentación que funde lo irreal con lo concreto, el delirio con la cordura, en la misma lógica de western, historia de samuráis y space opera que destiló la trilogía original Star Wars. 

Esta serie, spin off y directa deudora de la franquicia original de los años 70s y 80s, ha optado por lo aparentemente análogo, tangible, asible y real en una pandemia donde hemos sobrevivido, los afortunados, usando teletrabajo y subiendo al carro de lo digital. Puedo elogiar guion, dirección, actuaciones, la relación padre-hijo entre el Mandaloriano y Baby Yoda. Pero el gran acierto es que el casco metálico del mandaloriano refleje como si fueran reales los desérticos parajes de Tatooine, por ejemplo, cuando está de pie en una escena crucial en ese planeta; cuando en verdad Pedro Pascal no viajó a Marruecos a filmarla, sino que se encuentra en un estudio en LA. 

Estos fondos increíbles de The Mandalorian, planetas que no existen, estaciones espaciales intangibles, bares galácticos, son creaciones de una nueva técnica que está revolucionando Hollywood. En vez de usar solo en viejo croma o pantallas verdes para luego recrear esa imaginería vía efectos digitales, o en vez de ir a costosas locaciones, en LucasFilms decidieron probar con pantallas Led gigantes y envolventes (en 270 grados) para recrear al mismo momento del rodaje lo increíble: planetas congelados, desérticos, hangares espaciales y un largo etcétera. 

El resultado de poner a los equipos de rodaje dentro de esos literales círculos virtuosos de filmación, son capítulos con una factura impresionante, de calidad no solo cinematográfica. Es lo que escribía al inicio: una disruptiva tecnología que es capaz de engañar al ojo humano con trucos reales: Baby Yoda no es un animación digital, es una animatronic tocable y que existe. Las naves o partes de ellas, como las cabinas, existen y hasta parecer oler. Los dos soles sobre el cielo de Tatooine, por ejemplo, es parte de la iluminación y no un añadido posterior que se siente postizo y falso. 

La envolvente realidad de The Mandalorian es revolucionaria por una razón: no se nota su costura cuando se está creando la magia. Y ese es el mejor efecto, cuando no parece haber efectos ni trucos ni magia pero, sin embargo, ahí está frente a nosotros: el milagro del cine.