Historias que cambiarían el curso de tu propia vida.

A medida que llegamos a este mundo, pasa el tiempo y crecemos, nos parecen normales habilidades innatas a los seres humanos que desarrollamos a diario, como comer, respirar y caminar. De no ser por que suframos un accidente, no tomamos el peso a estas capacidades con las cuales venimos programados.

Nuestra relación con el entorno natural, por otra parte, para muchos no pasa de ser el espacio decorativo para las fotografías familiares o el horizonte que jamás alcanzaremos, porque el día a día de nuestra vida es demasiado complejo en el ir y venir de la subsistencia o lucha por el pan. Hay que hacer un esfuerzo adicional para que esta relación con el mundo natural sea parte de nosotros, para que algo tan simple y a la vez esencial para los seres humanos como la exploración, base de todo lo que hoy conocemos como cultura y factor clave en la supervivencia de nuestra especie, sea parte de nosotros.

Rumbo al Volcán Tinguiririca.

Hoy es claro que las prioridades son otras y los esfuerzos de las personas están puestos en la vida moderna. Y ya sabemos a qué nos referimos con esto. Las montañas que adornan el horizonte son para la gente de las ciudades un contrafuerte natural y psicológico que aplasta cualquier intención de mirar más allá. Sin embargo, esto no significa un imposible. O casi.

Volcán San José.

Desde que corté el tendón de Aquiles en una de mis piernas muchos años atrás, por un lado significó quedar postrado por meses y vivir con muletas en una ciudad inmensa que detesta a los incapacitados. Sin querer profundizar en esta historia, sí quiero presentarla como contexto para decir que gracias a esta situación le tomé un valor inconmensurable al sólo hecho de caminar. Caminar por caminar, probablemente un sinsentido desde la perspectiva moderna.

Es así como renuncié a los deportes tradicionales y por esas cosas de la vida comencé a subir cerros y a explorar. No grandes montañas ni expediciones a lugares recónditos que cambiarían el curso de la historia de la humanidad, sino cerros, lugares e historias que cambiarían el curso de mi propia vida. Planificar una salida, armar la mochila, agachar la cabeza y echarse a caminar hasta desfallecer porque sí. Si algo hay provechoso en salir de la zona de confort, acercarse a las montañas y a lugares que jamás pisaste antes, son las experiencias que obtienes, las situaciones desconocidas que enfrentas y los desafíos que superas.

Volcán Boris Kraizel Loy.

No se trata de historias de autosuperación, no se trata del trabajo en equipo que venden las empresas de coaching, sino de la esencia de por qué somos humanos, de la tiranía del ADN, de responder al llamado histórico natural que nos ha hecho salir a explorar más allá de cualquier frontera.

Nunca es tarde para responder al llamado. Sólo se necesita fijar la mirada, luego agachar la cabeza y echarse a andar.

Al fondo el Incahuasi, Fraile, Mulas Muertas, El Muerto y el Ojos del Salado, desde el Volcán Boris Kraizel Loy.