Hagamos un ejercicio juntos. Abramos Google y busquemos “daño en el mar por contaminación de bolsas de plástico.” Lo que obtenemos son 562.000 resultados en 0,66 segundos.

En detalle podemos ver un sin número de imágenes dramáticas y llenas de dolor de especies hermosas y vitales para nuestra propia existencia. Dañadas, mutiladas, sufriendo. Con bolsas de plástico estranguladas, asfixiadas, muertas. Según datos de la ONU, el nivel de contaminación es tal que equivale a que lancemos al océano un camión de basura lleno de plástico cada minuto. Y estas no son cifras exactas, un punto importante de la problemática es que las estimaciones se quedan cortas. No tenemos cómo saber cuánto es el daño exactamente.

Todo comenzó con la idea de cuidar el medio ambiente

En 1860, en EEUU se ofreció una recompensa de 20.000 dólares para quien consiguiera un sustituto del marfil natural, el cual estaba destinado a la fabricación de bolas de billar. Sí: marfil, bolas de billar. Esta habría sido la primera aparición pública de sustancias químicas sintéticas: polímeros. Rápidamente se incorporó de manera acelerada y transversal a las distintas industrias. Y, como es evidente, sin ninguna visión de futuro respecto a su uso e impacto en el medio ambiente. Nunca fue importante hacer la reflexión. Nunca fue y parece nunca ser un cuestionamiento permanente. Los polímeros, el plástico, desde su inicio, nunca ha sido susceptible de asimilarse de nuevo en la naturaleza. Sin embargo, cualquier acción hasta ahora, aparecía en noticias y acciones alternativas, haciéndolas parecer como un saludo a la bandera y casi innecesarias.

4000 kilómetros de costa

En América, sólo Chile cuenta con 4000 kilómetros de costa, desde Visviri hasta su extremo antártico. Por ese dato es importante la señal que acaba de darse: en octubre del año pasado, el anterior gobierno de Chile envió el proyecto de ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas. Hoy ya es una ley que comienza a regir. Es una medida que tendrá un tiempo de adaptación de seis meses para los comercios grandes y dos años para los comercios pequeños. Chile está liderando esta iniciativa en todo Latinoamérica. Y esto no es todo, según el Ministerio de Medioambiente, “el proyecto se enmarca como parte de la estrategia de protección oceánica, cuyo compromiso de gobierno permitirá pasar de un 4,3% de protección de zonas económicas exclusivas existentes en el año 2014, a un 46% en 2018.”

Operación Clean Seas – Océanos Limpios 2020

Si miramos las cosas en perspectiva, desde que todo comenzó, sólo han pasado 157 años y ya era hora de hacernos cargo. O al menos de que un organismo mundial lo hiciera. El programa especial de la ONU, UNEP – United Nations Environment Programme – ha definido dentro de sus 17 objetivos estratégicos “conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”. En su sitio web tratan de ofrecer tres secciones de datos, metas y enlaces de interés. Ya sabemos lo relevante del tema de los océanos y su implicancia en nuestras vidas y pareciera que toda esa información no es suficiente para tenerlo presente en nuestro ideario común como civilización. En términos generales, debemos hacer un esfuerzo como sociedad para entender que es una cuestión de desarrollo: más allá de los datos económicos, es la necesidad de desarrollar un estado de conciencia capaz de estar en armonía con lo que nos rodea. Y esa actitud no depende de nuestros estados financieros personales ni colectivos.

Hoy los océanos ocupan el 75% de la superficie terrestre, contienen el 97% del agua de la Tierra y representan el 99% del espacio vital del único planeta con el que contamos para vivir y heredar a nuevas generaciones. 2.600 millones de personas dependen de su diversidad biológica y costera y, respecto al valor de mercado, representa una industria de 3 mil billones de dólares, el 5% del PIB mundial (o sea, todo lo que en un año el mundo es capaz de producir).

Los océanos contienen cerca de 200.000 especies identificadas y absorben aproximadamente el 30% del dióxido de carbono producido por nosotros mismos, siendo uno de los principales defensores del efecto invernadero que nosotros mismos hemos creado.

Además, los océanos constituyen la mayor fuente de proteínas del mundo, entendiendo que 2.600 millones de personas dependen de él como fuente de alimentación primaria. Además, este sector genera 200 millones de empleos, en su mayoría precarios.

Algo sorprendente y en una nueva inconsistencia en las políticas de protección de los océanos, los subsidios al sector pesquero contribuyen a la rápida desaparición de muchas de las especies, lo cual apunta en dirección contraria a los esfuerzos por salvar la pesca mundial. Ésto no sólo representa un daño ecológico irrecuperable, sino que también un perjuicio económico que suma anualmente 50 mil millones de dólares anuales en pérdidas.

Las estimaciones indican que al ritmo de contaminación de hoy, el 2050 habría más bolsas de plástico en el mar que peces. Hoy el 40% de los océanos del mundo son profundamente afectados por actividades humanas.

¿Qué esperamos?