Debemos entender la economía como una acción reparadora y regenerativa.
Un excelente ejercicio de evaluación a nosotros mismos es comparar nuestros hábitos de consumo con los de nuestros amigos inmigrantes. Personas de Cuba, Venezuela, Haití, quienes han adaptado su cultura a la supervivencia, a ser desde el ser y no el tener. Y nosotros, desde una economía acostumbrada al dañino ciclo de producir, usar, tirar.
Los invito a hacer el ejercicio de mirar en cualquier espacio de su oficina, su casa, en dónde esté y evalúe la diferencia de aquello que posee: es algo que usted ¿desea o necesita? Estamos llenos de angustia tratando de acaparar ideas, deseos, símbolos representados en el poder, la sofisticación y estatus. Y esa vorágine nos está pasando la cuenta.
Para dar un ejemplo que duele profundamente: la alta demanda de cacao en China hará que el 2020 nos quedemos sin chocolate. No hay un plan que haya asegurado la preservación de sus semillas para su consumo sostenible. Suena tonto, pero es real.
Este pequeño ejemplo es extensible a todos los demás mercados. El mundo corre el riesgo de quedarse sin agua, sin comida, sin energía. Esos son los problemas globales de los cuales deberíamos estar haciéndonos cargo.
Algunos antecedentes
A fines de los años 60 en Estados Unidos, John T. Lyle comenzó a hablar del “Diseño Regenerativo”. Luego, a mediados de los 70s en Ginebra, Walter Stahel indagaba sobre la “Economía del Rendimiento”, lo cual fue lo que dio inicio al concepto “De la cuna a la cuna” (Crade to Crade), el que separa por primera vez cualquier objeto de consumo en la idea de componentes biológicos y técnicos.
Así es como podemos decir que los primeros albores de la llamada Economía Circular lleva varias décadas tratando de instalarse.
Su concepto está descrito como el entendimiento de la economía como una acción reparadora y regenerativa. Esto gracias a sus principios de creación de valor no vinculados a recursos finitos. El consumo se produce sólo en ciclos biológicos eficaces.
El componente biológico y el componente técnico
Imaginemos un microondas. El primer paradigma que debemos romper es que la adquisición de uno no está asociado a lo que hoy usted entiende por comprar uno. Cambiemos la propiedad por el uso. El microondas no le pertenece, sino que usted es dueño de una licencia de uso, hasta que este falle. Cuando eso suceda usted podrá llamar a su productor y devolverlo. Entonces, este aparato será dividido, según el tipo de componentes que lo conforman: biológicos y técnicos. Los biológicos serán sus partes biodegradables las cuales regresarán a ese orden natural. Aquello que no lo sea, podrá ser reparado y reutilizado. El microondas podría ser ensamblable y ser sometido sólo a un cambio de pieza o reajustado por completo para alimentar otro producto o el mismo, el cual volverá al mercado para ser entregado en derecho de uso a otro consumidor. Entonces, efectivamente lo único que consumiremos será el componente biológico. El técnico será usado y reutilizado.
Esto pone a prueba al mercado completo, a todas las industrias, las cuales necesitan entenderse entre ellas y comprender que los procesos productivos deben ajustarse a entradas de materiales bien especificados y alimentar salidas con bienes y servicios preparados para un uso responsable.
El desafío
Mundialmente muy pocas industrias están alineadas a esta posibilidad de pensar diferente y asegurar la sustentabilidad del consumo/uso de largo plazo. Menos de un 25% de ellas han incorporado el concepto de recuperación. Aún cuando se ha calculado el ahorro neto en lo que respecta a costos de insumos, adoptando el modelo de reutilización para la Unión Europea de entre 340 y 380 millones de dólares, se estima que esa cifra podría alcanzar los 630 millones de dólares en un escenario automatizado.
La pregunta es: ¿qué nos impide tomar en serio nuestro inminente desabastecimiento? Puede ser una obcecada visión cortoplacista. Eso justificado en que posiblemente los cálculos de hoy sobre el costo de hacer una reestructuración de tal envergadura son muy superiores al ahorro. Una nueva falacia, si realmente logramos entender que sólo tenemos un planeta. No hay Plan B. Ojalá entendamos que la inversión hay que hacerla ahora o será muy tarde para lamentarlo.
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