El cambio social de los últimos dos años nos ha mostrado la imperiosa necesidad de revisar las bases filosóficas y epistemológicas que sustentan el actual modelo y paradigma educativo. Esta necesidad requiere de una precisión absoluta, puesto que debiera ser parte del sustrato para revertir el patrón de funcionamiento de la educación como la vemos hasta el día de hoy, con  todas las dificultades asociadas a la crisis de credibilidad social y el empuje propio de la política simplista de las décadas pasadas.

Como siempre nos ha mostrado la historia, los grandes cambios proceden de la crisis y esto no es menor, considerando que las expectativas siempre aumentan, en la medida que también lo hacen las posibles soluciones para dar respuesta efectiva a las amenazas de la existencia humana. 

Esta crisis nos ha mostrado como sujetos debilitados en todos los frentes, con una precaria preparación intelectual para comprender el fenómeno y las variables externas que suelen nunca ser consideradas para la valoración del resultado final. Por años nos hemos quejado de malas y caducas prácticas, de mantener un modelo educativo del siglo XIX con sujetos del siglo XXI, lo que a largo plazo evidencia no desigualdades, sino un estancamiento de la percepción del “yo” con la trascendencia que se requiere de éste en el tiempo.  

Repensar la educación es un trabajo que pretende constancia y comprensión tácita de lo que ocurre en las instituciones educativas, ya que el fenómeno de educar necesita para su ejecución una interacción permanente, pero no una abstracta, sino física-presencial de todos los que componen la comunidad escolar. El directivo, docente, asistente, apoderado, estudiante, vecino y toda persona que colinde con el centro educativo es parte del contexto para el aprendizaje-experiencial-institucional. 

Con el paso de los años hemos visto que los avances tecnológicos disminuyen efectivamente en tiempo y recursos la eficiencia en el logro de objetivos, metas y resultados, pero con una falta de conexión entre el progreso y el proyecto colectivo. Una máquina nunca podrá sustituir a la persona, ya que la inteligencia artificial no puede, hoy por lo menos, emular un sentimiento o una respuesta equívoca, que es lo que permite el progreso humano.  

Y si es sabido, ¿por qué no se invierten los recursos intangibles para potenciar la relación física-presencial? Desde la humildad creemos que no se ha observado con detención la trascendencia en la constante interacción de los elementos que constituyen la unidad educativa. El potencial es incalculable y no hay una forma de predecir el impacto que podría tener el solo hecho de abrir las escuelas, pero abrirlas de verdad, a la participación con sentido positivo de todos los interventores, pero no como un mero instrumento de cálculo político, sino como una condición mínima para alcanzar el proyecto colectivo.

Estamos convencidos, por experiencia, que la relación y vínculo entre todos los actores puede generar una movilidad social y, por lo tanto, un cambio en la cultura. Enfatizamos que para poder aplicar cualquier modelo educativo, las expectativas deben estar puestas en el colectivo y no en el mérito individual, ya que de esta forma los cambios se logran enraizar en la población de tal manera que no solo se ven como un evento propio de la efervescencia momentánea.  

Como ya se ha hecho una tradición, la percepción sobre la relación entre la sociedad y sus factores movilizadores proponen exageradas e inconsistentes propuestas técnicas. Esas propuestas tienen que ver más con la acentuación del modelo tradicional, que por la intrínseca búsqueda de lo que el ser humano requiere para sostener sus propios proyectos de vida. 

Si bien hay múltiples experiencias exitosas, estas suelen no impactar con la potencia necesaria para intervenir y cambiar la cultura contextual. Un buen ejemplo está  relacionado con el modelo de comunidades de aprendizaje, que pretende generar modificaciones sociales y culturales, garantizando calidad, equidad e inclusión. Si bien es un modelo probado en condiciones y contextos complejos, requiere de precisión y compromiso institucional, además de una supervisión desde nuestro punto de vista exagerada para la inmensidad de acciones que deben desplegarse para alcanzar el éxito inmediato. 

Lo que nosotros pretendemos es promover  un modelo que sea capaz de ajustarse de manera práctica al contexto y sus actores, y que independiente de quienes lo lideren, logre por sí solo permanecer en el tiempo, ajustándose al perfil de los responsables de su implementación.

La experiencia

La experiencia adquirida a través del estudio, la intervención y el uso de la información nos permitirá asumir ciertos riesgos, que bajo presión o bajo la perspectiva de cambio efectivo no serían posibles, a menos que existiera un convencimiento jerárquico real para promover una visión colectiva de cambio. 

En este sentido, el conocimiento adquirido en la unidad educativa a través de la observación permanente de la conducta organizacional en el tiempo (2005 – 2017) generó proyecciones interesantes respecto de la elaboración de planes estratégicos cohesionados con la propuesta metodológica: “Modelo Educativo Basado en la Sana Convivencia”. 

Foto: Mineduc.

Modelo Educativo basado en la Sana Convivencia (ME-BSC)

La convivencia escolar no es algo nuevo y tampoco es un descubrimiento de la unidad educativa, ya que como lo señala la literatura, a comienzos del año 2002 en Chile se desarrollaron los primeros trabajos orientados a promover una buena convivencia escolar (Política nacional de Convivencia Escolar), con el propósito principal de generar ambientes propicios y sanos para el aprendizaje. Es solo hasta el 2005 cuando el MINEDUC incorpora la convivencia escolar como un eje transversal inserto en el currículum nacional, pero con un proceso de gestión casi de auto control. Recién en el año 2011 es promulgada la “Ley de Violencia Escolar”, que viene a regular toda política o normativa que se disponía a ser implementada en las unidades educativas, obligando a las escuelas a construir en comunidad reglamentos, protocolos y a otorgar la distinción de un encargado de velar por el buen funcionamiento de la normativa relacionada con la sana convivencia. 

El problema mayor en la aplicación de la normativa, se dio principalmente porque solo permitía garantizar el debido proceso frente a problemas emergentes, no siendo capaz por sí sola de anticipar las situaciones de conflicto al interior y fuera del establecimiento. En el proceso de aplicación de la normativa había un sin fin de actos que dejaban de ser observados (intangibles) por la falta de conocimiento, monitoreo y por la falta de criterio en la interpretación de la ley, y con el tiempo su implementación llegó a ser tan irreal como la aplicación de la ley inclusión, puesto que la convivencia se presumía desde el contexto a la escuela y no desde la escuela a al contexto, con una mirada además reguladora y sancionadora, entendiendo que la sanción es y debiese ser un elemento formativo.  Esa falta de sincronía ha estancado el proceso que permite  generar cambios en la dinámica de la relación del modelo con el aprendizaje de los estudiantes, además de intervenir de manera negativa en su trayectoria educativa.

El ME-BSC es capaz de incluir desde una mirada mucho más profunda, pero también práctica, la interrelación activa de todos los actores que conviven a diario en el sistema educativo, puesto que  tanto intervinientes como intervenidos producen una acción-participación cíclica, porque las interacciones nunca se detienen y están constantemente en movimiento (realidad-contexto). 

Para que el ME-BSC sea posible, es imprescindible que la institución funcione no como un organismo independiente, sino como un todo estructurado pero flexible, teniendo a la institución educativa como uno de los ejes centrales de este gran mecanismo social. La  educación es uno de los motores de la transformación social, por lo que un modelo con un enfoque movilizador es relevante a la hora de cambiar la cultura. En resumen, el modelo se sostiene con gran facilidad porque es capaz de interactuar de manera cotidiana, simple y flexible con cada uno de los actores de la comunidad escolar, asumiendo las características del contexto, las particularidades de cada uno de sus miembros y con un conocimiento absoluto de la cultura escolar.

El modelo está constituido por dos elementos de base: La autoestima  y la  motivación escolar. Primero, porque estos elementos son parte de los indicadores de desarrollo personal y social evaluados en la prueba SIMCE y segundo,  porque en el contexto escolar es muy difícil generar sentido de pertenencia, proyecto de futuro o construcción de espacios colectivos para el desarrollo psico-socio-afectivo. Por ello, son estos los elementos que sostienen la piedra angular del modelo que es el “aprendizaje”. El bloque céntrico nutre armónicamente la construcción de una comunidad basada en los principios reguladores presentados en el modelo (autoestima-motivación-aprendizaje-vínculo para la sana convivencia) .

El ME-BSC ¿está ajeno a dificultades? Claro que no. Todas las organizaciones están sujetas a las dificultades propias de una sociedad cambiante y hoy más que en toda la historia, con una mirada crítica. Porque así como es cotidiano el conflicto, para la efectiva aplicación del modelo también debería ser cotidiana la solución. Sumado a ello, la conformación de equipos de trabajo que sean capaces de anticipar las situaciones al conflicto, que por lo demás son muy similares en todas las instituciones de educación, ayudará a mantener activo el flujo de información sobre el contexto en que se requiera aplicar el modelo.  

Por otra parte, la Agencia de la Calidad de la Educación hace varios años promueve tres elementos que a nuestro juicio son imprescindibles para generar cambios en la organización escolar:

A- La Priorización: Este elemento permite mantener puesto el foco en lo realmente importante, ya que es flexible y adaptable a la realidad del contexto. Por ejemplo, si el conflicto es pedagógico, entonces el foco estará puesto en la acción del docente en aula o en el liderazgo pedagógico del director(a) para promover buenas prácticas pedagógico-curriculares. Obviamente si el conflicto es la relación de los padres y apoderados con el aprendizaje de los estudiantes, la dirección de los esfuerzos estará centrada en “cómo” potenciar el rol de los padres y apoderados en la acción para el aprendizaje. Ya sea a través de capacitaciones, talleres, como también con la presencia de los equipos o redes de apoyo directamente en el lugar donde se presenta la necesidad. 

Para todos los efectos, el rol de la escuela estará en la observación y evaluación de la conducta, siempre en consenso, para reorientar las decisiones que permitan modificarla en un tiempo determinado.

B- La Sistematización: Para garantizar que las cosas tengan el efecto esperado, es imprescindible que exista una buena planificación, organización, monitoreo y verificación, con el fin de sostener las acciones que se llevarán a cabo. Deben además esas acciones, realizarse las veces que sea necesario para cambiar la conducta y para asegurar que no se vuelvan a dar pasos hacia atrás. Por ejemplo, si un docente mantiene baja participación de padres y apoderados en sus reuniones de curso y esto trae como consecuencia bajo sentido de pertenencia de los estudiantes, el equipo de apoyo tendrá la misión no tan solo que llegar a la conclusión del porqué, sino el de generar tantas iniciativas motivadoras como sean necesarias para aumentar la participación, así como prestar apoyo y asesoría técnica al docente. ¿Cuántas veces? Nuevamente, “las que sean necesarias para cambiar la conducta”.

Esto quiere decir entonces, que todos son importantes y que nadie sobra para este modelo educativo, ya que en sus particularidades todos podrán aportar para engrandecer la institución.

C- Uso Adecuado de Datos: Las organizaciones escolares generan un sinfín de información (educativa, convivencia, recursos, resultados, etc.) Son estos antecedentes los que deben estar siempre disponibles y de manera transparente a la comunidad, con el propósito de evaluar las acciones para la mejora continua. La escuela es una organización viva y sujeta a cambios permanentes, porque está compuesta por elementos cambiantes. Por lo tanto, el tener disponible la información o los datos es relevante para la toma de decisiones. Un ejemplo cotidiano tiene relación con la asistencia a clases: si un estudiante no asiste a clases no aprende o esa es la lógica. Pensemos, si la lógica es certera, un estudiante que baja del 85% de asistencia no tan solo no aprende, sino que además no cumple con el porcentaje mínimo para ser promovido de nivel. Es ahí donde debe el equipo descubrir las razones del porqué el estudiante no asiste a clases. La experiencia por lo demás nos dice que no siempre la inasistencia está relacionada con la falta de compromiso, hay ocasiones en que los estudiantes deben asumir el rol de cuidador de sus hermanos menores, permitiendo que sus madres puedan ir a buscar el sustento diario. La razón y los datos obligarán al equipo a buscar o generar redes de apoyo a la madre para que no se vea en la obligación de dejar a su hijo al cuidado de sus hermanos. ¿Es posible en todos los casos? Claro que no, pero el agotar todas las opciones disponibles, con la fuerza y el ímpetu adecuado, siempre en el largo plazo da buenos resultados.

Buscamos con la aplicación del ME-BSC que la construcción del aprendizaje se origine con el esfuerzo de todos los integrantes de la comunidad escolar sin importar su función o responsabilidad. Por ejemplo, la aplicación del modelo ha permitido dar pasos gigantes en los últimos cinco años de la escuela, con una movilidad positiva y sostenida en los indicadores de eficiencia interna, en los indicadores de desarrollo personal y social (IDPS) y los resultados SIMCE de cuarto básico. 

La eficiencia escolar es el medidor de frecuencia para el corazón de la institución educativa, ya que ofrece información relevante para la toma de decisiones inmediatas. Recordemos también que la toma de decisiones (en consenso) es una de las prácticas de la dinámica propuesta por el modelo, ya que equivale a la valoración de las acciones planificadas versus la movilidad de estos en relación a los estímulos aplicados para fortalecer la interacción.

Durante los últimos cuatro años todos los indicadores han visto una mejora sostenida, debido principalmente a la rigurosidad y sistematicidad en el monitoreo y verificación del desempeño por cada indicador, a través de acciones directas y vinculadas al plan estratégico anual (RRHH para monitorear / PME). Además, el equipo de gestión ampliado revisa semanalmente los datos que se le reportan para tomar decisiones, asignando la responsabilidad al equipo que le corresponda verificar la validez de los datos entregados al equipo, para luego elaborar y aplicar el plan remedial. 

Movilidad Histórica IDPS

Fuente: Agencia de Calidad de la Educación.

Los datos observados en el cuadro histórico de los IDPS evidencian una movilidad positiva en los últimos tres años, dato coincidente con el ajuste en el sello institucional basado en la sana convivencia y en el cambio de foco aportado por la incorporación de las nuevas estrategias impulsadas por el modelo educativo (ME-BSC).

En el cuadro justamente se evidencia que la autoestima y motivación son los indicadores que más ascendieron en las últimas mediciones. Así también el nivel de participación tuvo un incremento, también coincidente con el periodo en el que la escuela comenzó con la aplicación del ME-BSC. 

Como fue antes mencionado, los antecedentes permiten validar el ajuste impulsado desde la unidad educativa, por lo tanto, construir una comunidad sólida en el tiempo  y con una movilidad en los procesos de aprendizaje por sobre el promedio nacional, además de asegurar un cambio en la cultura relacional.

Resultados Históricos SIMCE 4° Año Básico

Fuente: Agencia de Calidad de la Educación.

Los resultados del cuarto año básico son relevantes para la validación del modelo, puesto que representan el desarrollo del primer ciclo de trabajo (cinco años). Estos resultados, al igual que los IDPS evidencian el nivel de movilidad que es capaz de alcanzar la unidad educativa (proyección en tiempo), en la medida que más actores interactúan de manera positiva para el logro de los objetivos y metas estratégicas. 

La participación activa y con sentido relacional basado en la sana convivencia, sin lugar a dudas permite mejorar los indicadores que miden la efectividad de la propuesta institucional.

 

*Datos de Escuela Juan Pablo II de Coquimbo.